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El Carácter de Dios

El carácter de Dios

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (Mateo 6:22-23).

En estos sencillos versículos está concentrado todo el carácter de Dios y, por eso mismo, el Señor Jesús los pronunció a fin de pasarlos a sus seguidores. Definitivamente, es imposible que el cristiano omita esta verdad, ignorándola, teniendo en cuenta que sus ojos reflejan su carácter.

Así como los ojos son la lámpara del cuerpo, de la misma forma el espíritu del hombre es la lámpara del Señor la cual descubre lo más íntimo de su corazón. Igualmente, los ojos del hombre revelan su carácter, es decir, lo que él tiene dentro de sí mismo. Es fácil reconocer lo que está aconteciendo dentro de la persona cuando se ve dentro de sus ojos. Si tiene alguna cosa escondida dentro de sí, procura desviar sus ojos de aquel a quien está ocultando alguna cosa; pero, si no se intimida delante de la otra persona y la mira cara a cara, entonces, sus ojos reflejan que no esconde nada.

Es sabido que cuando algún animal muere y su cuerpo queda extendido en la tierra por largo tiempo, ningún buitre es capaz de comer su carne antes de que el jefe de la bandada haga un profundo análisis de los ojos del animal. Quiere decir que los ojos del animal muerto definen si puede o no ser comido por los buitres.

Cuando el Señor Jesús dio esa enseñanza, ciertamente que Él quería exhortar a sus discípulos a poner toda la atención posible en su interior, con el fin de que ese interior reflejase en lo exterior la plenitud de la presencia de Dios. Por qué no sirve de nada proclamar al mundo la Palabra de Dios teóricamente y vivir una vida diferente de aquello que predicamos. Es preciso que tengamos actitudes semejantes a las de nuestro Señor, pues ¿de qué sirve que prediquemos a Cristo y vivamos un anticristo? ¿de qué vale que manifestemos amabilidad y simpatía en el púlpito, pero cuando descendemos de él o salimos de la iglesia nuestra actitud cambia…? Es el caso del camaleón que cambia el color de su piel dependiendo del ambiente en el que se encuentra… Los ojos retratan todo nuestro sentir más íntimo. Aunque nuestra boca esté callada, incluso así, los ojos delatan aquello que está ocurriendo dentro de nuestro corazón.

Observemos los ojos de Dios en la persona de Su Hijo, el Señor Jesús, cuando Él encontró a la prostituta María Magdalena. Si sus ojos fuesen malos, ciertamente Él la hubiera condenado, la hubiera reprendido y le hubiera llamado la atención para que no actuase de aquella manera; sin embargo, Él la comprendió porque la miró con buenos ojos, los ojos de amor, de ternura, de compasión. Ella, como tantos otros que han sido vistos por Él, posee un lado bueno, es decir, también poseer las cualidades; y es así que nosotros cristianos debemos cultivar nuestro interior, acostumbrándonos a ver a las personas, ya sean hermanos de acuerdo con nuestra fe o contrarios a ella, desde el lado positivo de ellas, por su lado bueno o con «buenos ojos», para que todo nuestro interior sea iluminado. Porque, si, por el contrario, miramos a las personas con ideas preconcebidas, es cierto que más pronto o más tarde, nuestra lengua que desea cuchichear, se manifestará y acabará por provocar una enemistad contra aquella persona y hasta la predispondrá contra el Señor Jesús, en que nosotros creemos.

Si nuestros ojos son buenos, entonces, por donde quiera que vayamos, manifestaremos la luz que hay en nosotros… Y sabrán todos los que nos vean que somos diferentes de las demás personas de este mundo, y testificaremos eficazmente de Aquel que está en nosotros.

De modo que como vemos, seremos vistos; como juzgamos, seremos juzgados; como amamos seremos amados; cómo perdonamos, seremos perdonados; como bendecimos, seremos bendecidos.

Fuente: El Carácter de Dios

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