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La novia del Cordero

La novia del Cordero

La gran multitud que se alegra y alaba a Dios por la destrucción de Babilonia y por la victoria de los justos, ahora, anuncia las Bodas (fiesta de casamiento) del Cordero y de la Iglesia. Aniquilada la gran ramera, llegó la hora de la novia:

Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, que decía: ¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina.  Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria, porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha preparado. Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, porque las acciones justas de los santos son el lino fino. Y el ángel me dijo: Escribe: «Bienaventurados los que están invitados a la cena de las bodas del Cordero». Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios (Apocalipsis 19:6-9).

Las Bodas del Cordero significan en casamiento del Novio celestial, el Señor Jesús, con la novia, la Iglesia glorificada también identificada más tarde como la Nueva Jerusalén. Ella se presenta ante el Novio vestida de blanco, simbolizando su dignidad y su pureza, pues fue lavada en la sangre del Cordero. Si no fuera así, el Novio jamás vendría a su encuentro para casarse con ella.

Las apariencias pueden engañar a los hombres, pero no a Dios. La Iglesia necesita ser pura, santa e inmaculada, y eso solo es posible si practica su fe. El sacrificio del Señor Jesús nos hace justos ante el Dios Padre. Él mismo Se encargó de cubrirnos con una vestimenta real, de lino finísimo, resplandeciente y puro, para ese gran día. Nuestras justicias (la conducta correcta delante de Dios y de los hombres) no son suficientes en sí mismas para salvarnos. La salvación viene por la fe en el Señor Jesús. Sin embargo, los salvos tienen por obligación practicar la justicia. Es esa práctica diaria la que garantiza nuestras vestimentas blancas delante de Dios.

Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Entonces caí a sus pies para adorarle. Y me dijo: No hagas eso; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús; adora a Dios. Pues el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía (Apocalipsis 19:9-10).

El ángel que hablaba con Juan le prohibió adorarlo. “Adora a Dios”, enfatizó. Es muy importante resaltar: como un marido o una esposa que no acepta la infidelidad, Dios no acepta ningún tipo de adoración nuestra a cualquier otro ser que no sea Él. Recuerde que la idolatría (adoración a cualquier otras cosa o persona que no sea Dios) fue uno de los principales pecados de Babilonia, por los cuales fue condenada.

Lamentablemente, muchos que se dicen cristianos aún hoy se lanzan a los pies de María, de Jorge, de Buda, de las imágenes de escultura, de las entidades que incorporan en sus médiums, de los ídolos de la TV… No saben que están machando sus vestiduras y descalificándose del casamiento con el Único Señor: Jesús. ¡Deshágase, de una vez por todas, de la idolatría! ¡Sirva al Señor Jesús es espíritu y en verdad!

Esto hará que usted sea el propio testimonio del Señor Jesús. Ese testimonio vivo es la esencia de toda la profecía: mostrar, a través de su vida transformada, que Él es real.

Continuará…

Libro: La Tierra va a Prenderse Fuego

Autor: Obispo Renato Cardoso