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Libertad sin Dios, normalmente se traduce en la práctica del libertinaje, y ahí vale todo. Desde el punto de vista bíblico y cristiano, el matrimonio es la unión de dos personas de sexos opuestos, que se aceptan y reciben mutuamente. Ellas creen que, unidas bajo las bendiciones de Dios, pueden construir un hogar consolidado en el verdadero amor.
Hay dependencia de uno con el otro. Es como si uno fuese la pierna izquierda y el otro, la pierna derecha y ambas hacen que el cuerpo se mueva de forma natural.
De hecho, el matrimonio cristiano es la unión de dos mitades que hacen un todo, o sea, un cuerpo completo. El hombre es una mitad y la mujer es la otra; los dos se complementan, volviéndose un solo cuerpo. El elemento que hace que se convierta en ese cuerpo único es el amor que el Espíritu Santo derrama en sus corazones, pues como está escrito:
“… el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Romanos 5:5)
Creemos que es justamente eso lo que el Señor Jesús quería decir cuando Le preguntaron con respecto al divorcio:
¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6).
El lector no puede confundir el matrimonio entre los hijos de la luz o entre los hijos de las tinieblas. Ambos son radicalmente opuestos entre sí: el matrimonio de los hijos de la luz está sujeto a las reglas establecidas en la Palabra de Dios. El matrimonio de los hijos de las tinieblas no está sujeto a ninguna ley divina.
Continuará…
Libro: El Perfil de la Mujer de Dios
Autor: Obispo Edir Macedo