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¿A veces ves sombras o escuchas voces?

¿A veces ves sombras o escuchas voces?

¿Si ya sabemos el origen de ciertos síntomas, por qué aún no se ha encontrado una cura?

Según los censos más recientes, entre 3.3 y 6.7 millones de personas en los Estados Unidos sufren de alucinaciones visuales. Además, se estima que entre 26.8 y 100 millones han experimentado parálisis del sueño. Por otro lado, aproximadamente 235 millones de personas han vivido situaciones de estrés extremo o trauma. Todos estos datos corresponden únicamente a la población dentro de los Estados Unidos.

Para muchos, estos tres se consideran síntomas, ya que no son exactamente enfermedades. Sin embargo, cuando alguien sufre estos problemas, se convierten en algo con lo que debe lidiar constantemente. Por ejemplo, las alucinaciones visuales se consideran un trastorno mental; la parálisis del sueño no es una enfermedad, sino un fenómeno del sueño, es decir, algo que muchas veces no tiene una explicación clara; y el trauma, en muchos casos, no se clasifica ni como enfermedad ni como síntoma, sino simplemente como una etapa intermedia que puede conducir a una condición más grave.

Pero, ¿y si le dijera que estos tres problemas comparten varios síntomas en común? ¿Cómo los clasificaría?

Síntomas comunes que los tres comparten:

  • Ver sombras
    • Escuchar voces
    • Sentir que algo los toca mientras duermen
    • Sentir la presencia de algo malo
    • Perder el control de los propios pensamientos
    • Confusión o dificultad para distinguir entre lo real y lo imaginario
    • Pensamientos intrusivos o recuerdos repentinos
    • Latidos cardíacos acelerados
    • Pensamientos acelerados

Pero en medio de todo este sufrimiento, y de todas las explicaciones sobre por qué uno siente lo que siente, ¿será que los médicos realmente tienen una cura o una respuesta sobre cómo sanar?

En este momento se podría decir que uno ha caído en una tristeza profunda, o que genéticamente está predestinado a sentir esto. Incluso se puede pensar que uno padece un trastorno del sueño y, por eso, atraviesa estos síntomas o dificultades.

Se habla mucho del “origen” del problema, pero la verdad es que no hay una cura clara.

Los médicos pueden recetar pastillas para calmar el ánimo o ayudar a dormir, pero lo hacen con la intención de tratar los síntomas, no de eliminarlos por completo. Incluso los mismos doctores reconocen que pueden darle un medicamento, pero no tienen certeza de si el cuerpo de la persona va a responder bien.

Y aquí está lo importante: la palabra clave es tratar.

Muy fácil: hoy en día muchos no consideran lo espiritual, donde está la verdadera respuesta de por qué uno está pasando por estas dificultades.

La Palabra nos enseña así:
“Porque nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los gobernantes de estas tinieblas, contra espíritus de maldad…” (Efesios 6:12)

Según la Palabra, el origen de estos síntomas son autoridades de maldad que hacen que la persona sufra. En otras palabras, este tipo de problemas son espirituales, lo que significa que solo Dios nos puede sanar, según la medida de nuestra fe.

Pero, ¿qué debe hacer uno para recibir la cura que está buscando?

Este tipo de dificultad no es nada nuevo para el Señor. Él ha curado a muchos de estos síntomas, pero para que haya una cura deben existir dos cosas: fe y entrega. Es a través del rey Nabucodonosor que aprendemos sobre esta cura total, porque él también estaba pasando por estos mismos síntomas.

La Palabra nos enseña así:

“En la misma hora se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres. Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo era mojado con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves.

Pero al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; y me fue devuelta la razón. Entonces bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive para siempre. Porque su señorío es eterno, y su reino de generación en generación” (Daniel 4:33-34).

La promesa del Señor Dios solo se pudo cumplir cuando el rey Nabucodonosor se entregó a Él. Para el rey, esto significaba humillarse ante Dios y dejar atrás el reino que tenía sobre los hombres, para ser llenado por el Espíritu Santo. Cuando la Palabra menciona “rocío del cielo”, nos da a entender que Nabucodonosor se sumergió para ser transformado por Él.

Esa es la fe y la entrega que uno necesita para ser transformado y recibir la cura completa.

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