Noticias | - 9:12 pm
Aproximadamente 2.7 mil millones de personas en el mundo experimentan al menos un desmayo en algún momento de su vida, y 81 millones sufren de epilepsia. El desmayo es una pérdida temporal de la conciencia, causada por una disminución en el flujo sanguíneo al cerebro. Entre las causas más comunes están la presión arterial baja, el dolor intenso, las emociones fuertes, problemas cardíacos o cambios bruscos de posición.
Por su parte, los ataques epilépticos pueden tener distintos factores desencadenantes. Por ejemplo, si una persona sufre de nerviosismo, pánico o ansiedad, estos episodios pueden activarse fácilmente. Incluso el miedo puede ser un detonante.
Ambos —ataques y desmayos— se mencionan juntos porque, en el ámbito médico, no existe una cura definitiva para ellos, solo tratamientos. Además, ambos pueden tener causas similares, como trastornos cerebrales que afectan el control emocional. De hecho, son una de las razones más comunes por las que las personas acuden a emergencias o consultan a cardiólogos y neurólogos. Aun así, como se mencionó, los diagnósticos no siempre son precisos. Se estima que entre el 20% y el 30% de los pacientes son mal diagnosticados, y muchas veces los médicos se limitan a controlar la frecuencia de los episodios en lugar de tratar su raíz.
Pero estos síntomas no son nada nuevo para el Todopoderoso. El Señor Jesús, cuando caminó por esta tierra, sanó al hijo de un hombre que sufría ataques como estos:
“Cuando llegaron a la multitud, se le acercó un hombre, que arrodillándose delante de Él, dijo: ‘Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico y sufre terriblemente; muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Y lo traje a tus discípulos, pero no pudieron sanarlo.’ Respondiendo Jesús, dijo: ‘¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo acá.’ Y Jesús reprendió al demonio, el cual salió del muchacho, y este quedó sano desde aquel momento.” (Mateo 17:14-18)
El muchacho fue sanado mediante la fe. Estos males no son imposibles para Dios. Pero para recibir esa sanidad, debe haber fe. Por eso Jesús preguntó: ¿hasta cuándo lo van a soportar? Es decir, ¿cuándo va a decidir uno creer de verdad para ser sanado? Recuerde que Jesús dio Su vida en la cruz para cargar con nuestras enfermedades. Él quiere sanarnos, pero se necesita fe para que eso ocurra.
Con todo esto dicho, le extendemos una invitación: si desea aprender más sobre esta cura, visítenos en la Iglesia Universal, ubicada en 625 S Bonnie Brae St, Los Ángeles, CA 90057, los viernes a las 7:00 a.m., principalmente a las 10:00 a.m., 4:00 p.m. y 7:00 p.m., o en la Iglesia Universal más cercana a usted.