Noticias | - 4:37 pm
Uno de los mayores regalos que Dios nos dio es la conciencia. Nos permite reconocer quiénes somos, lo que sentimos y cómo actuamos. Es esa voz interior que nos ayuda a distinguir entre el bien y el mal. Además, es a través de la conciencia que nos damos la oportunidad de comenzar cosas nuevas. La conciencia es tan poderosa que, gracias a ella, podemos enfrentar diferentes desafíos que pueden jugar a nuestro favor.
“Olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
El apóstol Pablo, inspirado por Dios, no está hablando aquí de borrar la memoria, sino de usar la conciencia para no vivir atados al pasado. El versículo, con sus primeras cinco palabras, nos enseña que no podemos avanzar si seguimos mirando lo que ya pasó.
“Y extendiéndome a lo que está por delante”
Imagínese que usted está en una carrera: para ganar no mira hacia atrás para ver quién lo va a pasar, sino que se extiende hacia adelante. El olvido es una meta donde uno usa la conciencia para poner esfuerzo, disciplina y enfoque en lo que Dios tiene preparado en el futuro. Esto significa que debemos estar en constante movimiento.
“Prosigo a la meta”
La meta es llegar al final de la línea sin detenerse por lo que ya pasó o por lo que queda atrás. Pero uno no consigue la victoria enfocándose en lo que pasa en la tierra, sino en lo espiritual y lo eterno. La vida espiritual requiere constancia y no rendirse. Todos podemos equivocarnos, pero eso no significa que debamos dejar de enfocarnos en la meta, o mejor dicho, en la victoria.
“…hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”
El premio de la victoria no tiene nada que ver con dinero, cosas materiales ni reconocimiento humano, sino con la plena unión con Cristo y la salvación (la vida eterna). El “Supremo llamamiento” es la invitación de Dios a vivir con Él y en Él. El “olvido” del que se habla en este versículo nos recuerda que nuestra vida siempre debe estar orientada hacia lo eterno (hacia adelante), no hacia lo pasajero.
No debemos desperdiciar este regalo. La conciencia que Dios nos dio es para acercarnos más a Él. El olvido no es borrar la memoria, sino aprender y seguir adelante.