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Intercesión y Espera

Intercesión y Espera

¿Cuál es la respuesta que todos buscamos?

Cuando somos pequeños y algo nos gusta, corremos, gritamos y nos apegamos a nuestros padres para obtener lo que queremos. O sea, insistimos e insistimos para recibir de ellos lo que deseamos.

¿Qué sucedería si hiciéramos lo mismo con Dios Padre?

La Biblia nos enseña a vivir una vida de oración en oración. A veces puede parecer que nuestra oración no es contestada, y en otras ocasiones sentimos que la respuesta llega de inmediato.

Sin embargo, muchas veces, como seguidores de Jesús, nos sentimos frustrados porque no vemos que Él responda aquello que más anhelamos.

Por eso la Biblia nos enseña así:

“La oración ferviente de una persona justa tiene mucho poder y da resultados maravillosos.” (Santiago 5:16)

Nuestros padres no siempre nos dieron lo que queríamos, pero sí lo necesario. Mucho más aún, nuestro Padre Dios: Él no quiere que nos desviemos; al contrario, desea que crezcamos más.

Por eso, la oración debe ser ferviente, que es otra manera de decir fe intensa, donde ponemos —TODO— nuestro corazón en Él.

La oración justa es aquella que entiende que, si el Señor no respondió, es porque intercedió para algo mucho más grande.

No debemos frustrarnos cuando le pedimos algo que tiene la apariencia de pan, porque Él nunca dijo que nos daría algo que solo pareciera una bendición; esa es solo nuestra corta vista humana. En lo espiritual y en lo físico, la oración que el Señor Jesús nos enseñó dice:

“Danos hoy el pan nuestro de cada día.” (Mateo 6:11)

 

Y en otra parte de la Biblia, Jesús dijo:

“Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.” (Juan 6:35)

Pero ahí está el detalle: debemos ser constantes y venir a Él con perseverancia, viviendo una vida de oración para que nunca tengamos sed.

Tenemos que creer y tener fe en que Él está intercediendo y nos tiene en espera para resultados maravillosos.