El Miedo

Este artículo se enfocará en uno de los diez síntomas: el miedo. En esta ocasión, exploraremos por qué tantas personas lo experimentan.

La pregunta clave es: ¿Por qué sentimos miedo?

El no saber, perder el control de la situación o no saber en qué punto de la vida se encuentra uno, los traumas del pasado, las mentiras y las decepciones: todas son razones por las cuales, como seres humanos, sentimos miedo.

Pero si analizamos todas estas causas en su conjunto, notamos que el miedo se experimenta —o mejor dicho, uno entra en la condición del miedo— porque su alma le falta certeza, fe y confianza.

Pero, ¿qué es lo que realmente nos da certeza cuando hablamos del miedo?

La Palabra nos enseña así: “El día en que temo, yo en ti confío” (Salmos 56:3).

Si no hay confianza en Él, cuando venga el miedo no habrá fe ni certeza, porque en vez de confiar, uno se ha entregado al miedo.

El miedo que sentimos en cualquier angustia o situación existe porque aún no hemos descubierto que, cuando uno camina con el Señor Dios, Él siempre está a su lado.

El Señor nos da certeza de esto así: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

Según la Palabra y la promesa de Dios, cuando uno está con Él, no debe tener miedo ni angustia, porque Él está con nosotros para ayudarnos y fortalecernos en los tiempos difíciles. El Señor es el Dios de la justicia, y siempre quiere lo mejor para nosotros; eso significa que lo malo no puede tomar posesión de nuestra vida. Es decir, uno tal vez pueda sentir miedo, pero no entrará en la condición del miedo, porque el Señor lo expulsará de nuestra vida.

Con todo esto dicho, cuando uno tiene confianza en el poder de Dios, la fe se genera dentro de uno, porque en el momento de confiar se comprende que Él es el Todopoderoso y el Altísimo, quien se sacrificó por todos nuestros sufrimientos y males que nos hacían sufrir. El Señor siempre nos espera para entregarnos la liberación que nuestra alma anhela, a través del Espíritu Santo.

¡Dios siempre da fortaleza, pero solo cuando confiamos en Él!

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