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¿Por Qué Siento Tanta Rabia?

¿Por Qué Siento Tanta Rabia?

¿Por Qué Siento Tanta Rabia?

En un momento u otro, todos hemos sentido enojo, ira o rabia. Es posible que en ese momento haya sido transparente con lo que sentía, o quizás se haya encerrado en medio de la rabia que experimentaba. Lo cierto es que todos reaccionamos de manera diferente, según el grado de enojo que estemos atravesando.

En general, el enojo, la ira y la rabia no son etapas consecutivas ni siguen un orden, sino que representan distintos grados de una misma emoción básica: la cólera. Incluso podríamos decir que la cólera es como un fuego: mientras más le echamos leña, más crece y más fuera de control se vuelve. Por eso, cuando un fuego o una cólera se intensifican, decimos: “Se puso grave la situación”. Nunca se escucha decir: “La etapa del enojo ha llegado al siguiente nivel”, porque estas emociones no son etapas, sino niveles de intensidad.

Y es que, a veces, estos niveles pueden sentirse incontrolables, dependiendo de la ofensa que se haya recibido. Por eso es necesario reflexionar sobre la definición y el impacto de cada uno de estos grados:

Enojo:

Es la primera señal emocional de que algo nos molestó, nos desagradó o nos pareció injusto. Es una emoción natural que, incluso, puede ser saludable si se sabe

manejar correctamente. El enojo nos impulsa a corregir, poner límites o defendernos.

Ejemplo: Supongamos que estabas en la escuela y viste a uno de tus compañeros siendo acosado por otro alumno más grande. Eso, probablemente, te haría enojar porque sabes que ese compañero tiene derecho a estudiar en un ambiente sano.

Otro caso: Tal vez no viviste eso, pero viste en televisión, en las noticias o en redes sociales que alguien era tratado de forma injusta por su raza, su país de origen o sus creencias. Situaciones como estas también despiertan enojo.

 

 Ira:

Es un enojo más intenso. Puede surgir en un momento de mucha tensión emocional, ya sea por una amenaza percibida o por una acumulación de frustraciones. En este punto, el enojo ha llegado a perder el control.

Ejemplo: Volvamos al caso del acoso escolar. Tal vez tú eras la persona acosada y te sentías amenazado y frustrado al ver que alguien más grande intentaba hacerte daño. Uno se llena de ira porque no quiere dejarse; quiere defenderse de esa amenaza inmediata. En situaciones así, muchas personas pierden el control—y es comprensible: a nadie le gusta ser acosado.

 

 Rabia:

Es la forma más explosiva e intensa de la cólera. Puede llevar a gritar, actuar con violencia o incluso cometer agresiones físicas. Cuando una persona está llena de rabia, ya no puede razonar con claridad: el cuerpo entra en modo de lucha o defensa.

Ejemplo: No estás siendo acosado, pero te están humillando públicamente o descubres que tu “mejor amigo” ha estado hablando mal de ti a tus espaldas. Esa traición, y la confianza que tenías, se transforma en rabia.

¿Por qué?

Porque el impacto de la traición suele mezclarse con el dolor, generando una reacción emocional muy intensa y difícil de controlar.

Factores que intensifican el enojo hasta convertirlo en rabia:

  • Falta de autocontrol o autorregulación emocional
  • Sentimientos reprimidos durante mucho tiempo
  • Situaciones de estrés o traumas no resueltos
  • Sensación prolongada de impotencia o injusticia

¿Qué se puede hacer?

Es importante entender que cada grado de enojo puede escalar si no existe disciplina emocional. La cólera depende tanto de cómo manejamos lo que sentimos como de los ambientes en los que nos encontramos.

Entonces surge una pregunta clave:

¿Qué se puede hacer para mantener bajo control estas emociones y evitar que se intensifiquen?

Todos los sabios han llegado a una misma conclusión:

El enojo no es malo en sí mismo, pero debe ser dirigido correctamente, con el propósito adecuado y de la manera correcta. Es decir, puede estar éticamente justificado, pero no debe convertirse en venganza ni en destrucción.

Pero el hecho de tener esa conclusión no significa que ya tengamos la solución para controlar el enojo. Sin embargo, la Palabra de Dios sí nos ofrece una solución:

“Además, ‘no pequen al dejar que el enojo los controle’. No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados” (Efesios 4:26).

La Escritura nos aconseja no actuar mal bajo la influencia de emociones negativas. Es decir, cuando sentimos que la cólera o el enojo nos dominan, debemos apartarnos a tiempo para no cometer errores de los que podríamos arrepentirnos.

Otra enseñanza bíblica clave: El enojo es pasajero. No va a durar para siempre.

Es cuando ponemos estas enseñanzas en práctica que aprendemos a controlar nuestras emociones. Y entendemos lo que realmente importa: la comunión con Dios, porque Él es quien nos da dominio propio y paz, incluso en situaciones intensas y frustrantes.

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