Noticias | - 9:54 am
Sé que para algunos este daño no es algo simple, pudiendo ser un abuso sexual, emocional o verbal; la pérdida de reputación; un serio prejuicio financiero o una infidelidad matrimonial.
Hay pérdidas aún mayores, ya que una casa se puede reconstruir, un empleo se puede recuperar, pero ¿qué pasa cuando hay muerte? ¿Y cuándo la vida de un ser querido es quitada de forma injusta y cruel?
Necesitamos hablar de esto porque el mundo fue, es y seguirá siendo un lugar peligroso y muy difícil para vivir si somos frágiles en el sentido emocional y espiritual. Por supuesto, que hablar de perdón no significa cerrar los ojos para las atrocidades y dejar de buscar, en la justicia, el castigo de aquellos culpables y la condena por sus crímenes. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.
Abordar este tema es centrarse en las batallas de la vida, que todos enfrentamos en diferentes escalas. Es aprender a luchar en las guerras cotidianas contra las injusticias que son cometidas en el trabajo, en la familia, en el círculo religioso o una amistad que se volvió ingrata y desleal.
¿Crees que es posible perdonar a la persona que te provocó el mal que sufriste?
¿Es posible superar pérdidas irreparables?
Pues yo te digo que no sólo es posible, sino que no hay otra manera de seguir viviendo sino por medio del perdón.
Sólo él tiene el poder de soltar las ataduras que, día y noche, atan al ofendido a su agresor.
Quien no perdona actúa en contra de lo que Dios orienta. Es un prisionero del odio y no podrá reconstruirse mientras insista en dedicarse a los pensamientos vengativos hacia sus detractores.
La verdad es que el odio consume las fuerzas y la energía que los seres humanos necesitamos para vivir.
Quien perdona nunca pierde. Sólo gana, y gana con Dios. ¿Hay riqueza más grande y mejor que esa?
Por lo tanto, el perdón debe ocurrir rápidamente. Tiene que ser hoy. Tiene que ser ahora.
Libro:El Placer de la Venganza
Autor: Obispo Edir Macedo