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En el reino de este mundo, la palabra sumisión significa servidumbre. Los más débiles son obligados a someterse a los más fuertes. En el Reino de Dios, sin embargo, sumisión significa gran placer en servir por amor. Mientras en este mundo las personas más débiles están sometidas a las más fuertes por el poder del dinero, de la posición o incluso por la fuerza física, en el mundo de Dios, Sus siervos hacen de la cuestión de servirle de todo corazón y con todas sus fuerzas, una experiencia gozosa, movidos por el Espíritu de amor.
Ahí está el gran valor de la mujer de Dios: ella se somete a su marido movida por el Espíritu del amor que hay dentro de ella, pues ese amor no es suyo, sino que viene de Dios, para compartir con los demás, especialmente con su marido, que es parte de su cuerpo.
Aun cuando la mujer sea de Dios y su marido no sea cristiano, debe someterse a él por amor, y no porque esté obligada por estar escrito en la Biblia. Debe ser algo natural, que fluye de su interior, como si fuese una fuente de aguas cristalinas.
Su marido puede ser una gran piedra intentando impedir que el agua fluya; puede ser hasta una persona poseída por un espíritu inmundo, pero todo eso no debe impedir que esa fuente de amor fluya en su vida. Su fuerza hará fluir agua por los lados y acabará empujando y librándose del peso de aquella piedra.
Si la mujer es de Dios y, mira a su marido como si estuviese mirando al Señor Jesús, entonces él acabará transformándose en el marido cristiano que ella desea.
La principal razón por la que muchas mujeres cristianas no consiguen convertir a sus maridos es porque todavía no han sabido transmitirles la imagen de Dios que hay en ellas. Muchas veces, en vez de mirarlos con la misma mirada de misericordia y compasión cristianas, sólo critican su comportamiento, además de hacer reproches a cada instante.
Ese proceder les aparta cada vez más de la fe. La mujer temerosa de Dios y sumisa a su marido, sabe admitir sus equivocaciones, porque tiene conciencia de que él todavía no ha tenido un encuentro con el Señor. Lucha a través de oración y ayuno y, sobre todo, manifiesta un comportamiento ejemplar de mujer de Dios, especialmente dentro de su casa.
Continuará…
Libro: El Perfil de la Mujer de Dios
Autor: Obispo Edir Macedo