Noticias | - 8:00 am


Cómo 52 personas de distintas partes del mundo fueron engañadas para trabajar en Madbird, una empresa ficticiana empresa ficticia

La llamada de Zoom tenía casi 40 participantes, o por lo menos eso era lo que pensaban los que se habían conectado

Cómo 52 personas de distintas partes del mundo fueron engañadas para trabajar en Madbird, una empresa ficticiana empresa ficticia

La reunión de todos los empleados de la glamorosa agencia de diseño había sido convocada para darle la bienvenida a los nuevos reclutas de la compañía en crecimiento. El nombre de la empresa era Madbird y su dinámico e inspirador jefe, Ali Ayad, quería que todos fueran rebuscadores ambiciosos como él. Pero lo que no sabían aquellos quienes habían encendido sus cámaras era que algunos de los que también estaban en la reunión no eran personas reales.

Sí, aparecían como participantes. Algunos incluso tenían cuentas de correo electrónico activas y perfiles de LinkedIn. Pero sus nombres habían sido fabricados y sus retratos eran los de otras personas. Todo era falso. Los empleados reales habían sido ‘jobfished’ (término en inglés para referirse a la práctica de ofrecer puestos de trabajo falsos a través de internet). La BBC ha dedicado un año a investigar qué fue lo que ocurrió.

Chris Doocey, un gerente de ventas de 27 años de la ciudad de Manchester, comenzó en Madbird en octubre de 2020, unos meses antes de la llamada de Zoom. Se le dijo que iba a trabajar desde la casa. La pandemia aún estaba en pleno furor, así que era algo normal.

El Covid había dado un vuelco a la vida de Chris. Le había costado su último trabajo y esta era la razón por la cual había aplicado a este trabajo en Madbird. El anuncio describía a la compañía como “una agencia de diseño digital centrada en humanos, nacida en Londres, pero operando a nivel mundial”. Sonaba bien.

Madbird contrató a más de 50 personas, la mayoría trabajaba en ventas, algunos en diseño y algunos habían sido traídos para supervisar. Cada nuevo recluta recibía la instrucción de trabajar desde casa, enviándose mensajes a través de correo electrónico y hablando los unos a los otros a través de Zoom. Otra parte del personal vivía por fuera del Reino Unido. Ansiosos por alcanzar el mercado global, el departamento de recursos humanos de Madbird publicó anuncios en línea para un equipo de ventas internacionales basado en Dubai. Contrataron al menos una decena de personas de Uganda, India, Sudáfrica, Filipinas y otros.

Para ellos, el trabajo representaba más que un cheque de salario, también era una visa al Reino Unido. Sus contratos decían que Madbird patrocinaría su traslado al Reino Unido si superaban su período de prueba de seis meses, y alcanzaban sus objetivos de ventas. Ali Ayad sabía lo que significaba hacer una vida nueva en el Reino Unido. En varias ocasiones habló con empleados de Madbird sobre su pasado, antes de asentarse en Londres.

Pero hubo muchas versiones de su historia. A una persona se le presentó como un mormón de Utah, en EE.UU. Para otros, él era del Líbano, donde una difícil niñez le había enseñado a rebuscarse la vida. Hasta su nombre cambiaba. A veces agregaba una segunda “y” a su apellido, y lo escribía “Ayyad”. En otras ocasiones, firmaba como “Alex Ayd”.

Pero algunos capítulos de la historia que le contaba a la gente eran consistentes. Clave, ante todo, era la época que vivió como diseñador creativo en Nike. Le dijo a todo el mundo que había trabajado en la sede de la marca de moda en Oregon, en EE.UU. Fue allí donde conoció a Dave Stanfield, el cofundador de Madbird.

Las historias sobre la prominente carrera de Ali no parecían descabelladas. Operaba calmadamente en las videollamadas: era intenso, carismático e incluso, demostraba interés. Hablaba con confianza, a veces con optimismo desmesurado. Fue así como convenció a al menos tres personas para que renunciaran a sus trabajos y se fueran a trabajar con él.

Pero incluso antes de que se revelara la verdad sobre Madbird, sus trabajadores ya tenían un problema. Por la manera inusual en la que se habían redactado sus contratos, aún no se les pagaba. Aceptaron trabajar únicamente con comisiones durante los primeros seis meses. Solo hasta que superaran su periodo de prueba iban a recibir un salario: US$47.300 al año para la mayoría.

Pero los acuerdos nunca se concretaron. Para febrero de 2021, no se había firmado un solo contrato con clientes. Ninguno de los empleados de Madbird había recibido un centavo. Algunos reclutas dejaron la empresa después de algunas semanas, pero muchos se quedaron. Muchos habían estado ahí durante casi seis meses, obligados a sacar tarjetas de crédito y pedir dinero prestado de sus familias para mantenerse al día en las cuentas.

Gemma Brett y Antonia Stuart eran dos empleadas con sospechas. Después de investigar en internet, usando buscadores de imágenes, se dieron cuenta que muchos de sus colegas no existían. Decidieron enviar un correo a todos los empleados usando un alias: Jane Smith. El correo, enviado en una ocupada tarde de semana, acusaba a los fundadores de Madbird de comportamientos “no éticos e inmorales”, incluyendo robar el trabajo de otros y “fabricar” miembros de equipo.

Las revelaciones fueron devastadoras para los miembros reales del equipo. Todo lo que habían estado haciendo, al parecer, se había construido sobre mentiras. Ahora parecía que nunca iban a ver nada de dinero en compensación por meses de tiempo y trabajo.

A diferencia de lo que argumentaba, la compañía no llevaba “transportando productos y experiencias a nivel local y global por 10 años”. De hecho, Ali Ayad solo registró Madbird como una empresa en el Reino Unido el mismo día en el que entrevistó a Chris Doocey para que se convirtiera en gerente de ventas, el 23 de septiembre del año 2000.

Al menos seis de los empleados de más alto rango en Madbird eran falsos. Sus identidades eran una amalgama de fotos robadas de diferentes esquinas de la red y nombres inventados. Esto incluía al co fundador de Madbird, Dave Stanfield, a pesar de que tuviera un perfil en LinkedIn y que Ali se refiriera a él constantemente.

Usando tecnología de reconocimiento facial fuimos capaces de contrastar la foto de Dave Stanfield con la de su dueño original, un constructor de panales de abejas en Praga llamado Michal Kalis. Cuando localizamos a Michal, confirmó que nunca había oído hablar de Madbird, o de Ali Ayad o de Dave Stanfield.

Nigel White era otro. Incluso, alguien usando ese nombre se conectó a esa llamada de Zoom de enero. Pero su foto no era la de un diseñador gráfico sino la de un modelo cuya imagen es uno de los primeros resultados cuando buscas “hombre pelirrojo” en el archivo de Getty Images. Su cara aparecía en todo internet.

Otras eran incluso más locas. Las fotos de un diseñador gráfico, un gerente de crecimiento de marca y un gerente de mercadeo en Madbird resultaron ser las de un doctor libanés, un actor español y un influencer de modas italiano. Contactamos a las 42 marcas que Madbird citó como antiguos clientes, incluyendo a Nike, Tate y Toni & Guy. Ninguna dijo haber trabajado alguna vez con Madbird.

Y luego estaba la cuenta de Instagram de Ali, donde publicaba actualizaciones de su carrera como modelo e influencer a sus más de 90.000 seguidores. Su presencia en las redes sociales había sido una de las razones por las cuales muchos de los trabajadores de Madbird lo admiraban y confiaban en él.

Era una foto mostrando una edición abierta de la revista GQ, con Ali Ayad modelando un blazer en un anuncio de página completa para la marca española de modas Massimo Dutti. Pero cuando logramos adquirir la edición de GQ y la abrimos en la página 63, la foto de Ali no estaba allí. Era la publicidad de un reloj. Ali Ayad nunca había modelado para Massimo Dutti, y nunca había aparecido en la GQ británica.

El gerente de ventas Chris Doocey había llegado a acumular más de US$13.500 dólares en deudas en una tarjeta de crédito pagando sus recibos mientras recibía su primer salario. Y luego estaban los empleados extranjeros. En un punto, Elvis John, originario de Chennai en India, había estado esperando estar en un vuelo al Reino Unido. Estaba a apenas semanas de terminar su periodo de seis meses de pruebas y esperando a que Ali le patrocinara su visa. Cuando el correo de Jane Smith llegó, cayó en depresión. “Mis sueños se destruyeron”.

Durante un tiempo, Ali dijo que iba a hablar con nosotros y dar su versión de los hechos. Luego de meses de mensajes finalmente aceptó sentarse y dar una entrevista en cámara para la BBC. Pero luego, con un día de anticipación, canceló. Si íbamos a tener la versión de los hechos de Ali Ayad, no tendríamos otra opción sino buscarlo.

Lo seguimos hasta una calle del oeste de Londres una tarde de octubre, donde lo confrontamos. Estaba vestido con una chaqueta negra de cuero y se dirigía a una estación del metro. Si se sorprendió con nuestra presencia, no lo aparentó y, al principio, decidió ignorar nuestras preguntas. Pero luego de un rato, no pudo evitar hablar.

Insistió que estaba tratando de hacer algo bueno. “Lo único que sé es que creamos oportunidades para la gente, en medio de la covid”.

Cuando lo acusamos de crear identidades falsas y robarse el trabajo de otras personas, se enfureció. “¿Lo hice? ¿Cómo saben que lo hice?”. ¿Estaba argumentando que alguien más había estado involucrado? Cuando lo presionamos, no mencionó a nadie.

Siempre existió la posibilidad de que alguna mente anónima estuviera detrás de todo, y es algo que consideramos seriamente. Pero sin nombres o la ayuda de Ali, fue un camino que no pudimos explorar. Ali también insistió que Madbird sí tenía una oficina. Pero cuando lo cuestionamos, se arrepintió, asegurando que se refería a una oficina virtual. “No tienes realmente computadores ni nada, ¿cierto? Es una compañía digital”.

Para aquellos que pasaron la mayoría del tiempo en línea con él, intercambiando correos y en videollamadas, se destacan dos teorías.

Una es que todo el asunto es un intento por empezar un negocio real. Pudo haber empezado como una mentira, pero de pronto Madbird hubiera eventualmente conseguido contratos reales y generado ingresos. La compañía, creen algunos empleados, estaba apenas a días de firmar con clientes cuando todo se vino abajo.

Otra explicación es que tiene que ver con algo más allá que el dinero. A lo mejor Ali disfrutaba pretendiendo ser un jefe. Sinceramente parecía disfrutar su tiempo dirigiendo Madbird.

Las entrevistas de trabajo con él duraban generalmente más de una hora. Contaba historias de cómo había cambiado las vidas de personas descubriendo sus talentos y dándoles una oportunidad. Enviaba enlaces de música house a sus empleados para que escucharan mientras trabajaban.

Ali Ayad explotó eso. Era como si quisiera ser el próximo Elon Musk, su ídolo, y con Madbird pensó que había encontrado un atajo. Un universo donde Ayad sería juzgado solamente por su presencia virtual, en vez de su realidad por fuera de la web.

Fuente: BBC Mundo.

Lea también: Virgin Galactic abrió la venta al público de pasajes al espacio: ¿Cuánto cuestan?