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Hasta el Señor Jesús, en toda Su perfección, fue rechazado
El riesgo del rechazo
Quizá la causa más potente de la timidez sea el miedo al rechazo. A nadie le gusta ser rechazado. Todo el mundo quiere ser aceptado. El miedo al rechazo desarrolla la timidez, pues ser tímido nos hace evitar situaciones en las que podemos ser rechazados. Sin embargo, también nos hace evitar situaciones en las que podemos ser aceptados… Por lo tanto, la timidez es un remedio cuyo efecto colateral es peor que la enfermedad que se propone curar.
Mucho más eficaz es entender que hay ciertas cosas en la vida a las que usted simplemente se tiene que acostumbrar — como el riesgo del rechazo, por ejemplo. Usted puede ser la persona más buena, más atractiva del planeta y, aun así, ser rechazada. Lo que no debe hacer es ver eso como un ataque a su persona.
Nadie sabe rechazar como el ser humano. Hasta el Señor Jesús, en toda Su perfección, fue rechazado. Afortunadamente, Él les enseñó a Sus discípulos a lidiar con eso:
Cuando entres a una ciudad, si no eres bienvenido, si no eres oído, sal de allí discretamente. No hagas escándalo. Sacude el polvo de tus pies, déjalo, y sigue adelante.
Es decir, cuando conoce su valor, usted entiende que la pérdida es de quien lo rechazó, no suya.
Al contrario de ese consejo, muchas personas acumulan durante años el polvo del rechazo sobre sí mismas. Cuando lo notan, ya están enterradas. Se vuelven tímidas, amargadas, resentidas, con miedo a intentar cosas nuevas, a conocer a otras personas, desconfiadas de todo y todos; y andan por ahí cabizbajos, como si estuvieran cargando el mundo en sus hombros. Y de hecho lo están.
Cada vez que usted es rechazado y no se sacude el polvo de los pies, acumula en sí el polvo de la negatividad de las demás personas. Si usted no cambia, mi consejo es que se consiga una carreta bien grande, de esas de dieciocho ruedas, porque va a necesitar mucho espacio para guardar todo ese polvo a lo largo de la vida…
La mejor reacción que puede tener es sacudirse el polvo y seguir adelante. Siempre habrá otra ciudad más adelante.
Hágase un favor a sí mismo. Perdone a todos los que lo rechazaron o lo trataron mal. Sacúdase el polvo que se pegó en usted de las relaciones fracasadas y siga adelante con su vida. Se va a sentir una tonelada más liviana.
Una vez que entienda que el rechazo forma parte de la vida y que, antes de encontrar a la persona adecuada, podrá rechazar o ser rechazado por algunos, decida a partir de ahora:
■ No dejar que la timidez le impida acercarse a alguien que le interesa.
■ Permitir la aproximación de otras personas que se interesan por usted, a fin de evaluar las posibilidades de una amistad.
■ Si es rechazado, no lo lleve para el lado personal, solo siga adelante y continúe encontrando a otras personas.
■ Si usted va a rechazar a alguien para una relación, sea sensible y educado (a no ser que la persona sea un stalker que daría todo para tener, aunque sea, un par de medias sucias suyas. En ese caso, necesitará ser un poco más firme).
■ Correr el riesgo del rechazo es menos peor que rechazarse antes de intentarlo. Nunca, jamás se rechace a usted mismo.
■ Atraer a una persona tiene mucho más que ver con una actitud que con apariencia y suerte. Y eso es excelente, porque si hay una cosa que podemos cambiar en nosotros mismos son nuestras actitudes. Una de esas es la decisión de no ser demasiado fácil.