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La mujer tiene que ser difícil de conquistar antes de casarse y fácil para convivir después, nunca al revés
¿Difícil o fácil?
Cuando me puse de novio con cristiane fue una experiencia totalmente diferente a la que tuve con mis novias anteriores, como comencé a contar en el capítulo 1. Entre coqueteos, aventuras, amoríos y noviazgos serios que tuve antes de ella, el asunto era relativamente fácil. A algunas bastaba con que las mirara más prolongadamente y ya estaban conversando conmigo. Otras me permitían que las besara, tocara… sin ser ni siquiera mis novias. Y estaban aquellas que llegaban hasta la puerta de mi casa. No, no me hacía falta ir hasta ellas. Usted puede pensar que yo era “el galán”, pero la realidad era que ellas eran fáciles. Hubo una, un poco más grande que yo, que me lo dificultó bastante, y ese noviazgo y compromiso duró cuatro años (más tarde contaré por qué terminó). Pero la más difícil fue con la que me casé: Cristiane.
Puedo afirmar, no solo por mi experiencia, sino por ser un hecho fácilmente observable:
El grado de compromiso en una relación está proporcionalmente vinculado al grado de dificultad que el hombre enfrenta para conquistar a la mujer.
Cuanto más fácil la mujer es, más descartable es. El hombre “es naturalmente competitivo, cazador. Cuando este papel es asumido por la mujer, el resultado suele ser desastroso para ella. O él pierde el interés, o se apoya en ella y no se preocupa en continuar la relación, sino que sigue viviendo como si fuera soltero.
La mujer tiene que ser difícil de conquistar antes de casarse y fácil para convivir después — nunca al revés. Cuando es difícil antes (ya vamos a explicar lo que queremos decir con “difícil”), el hombre se vuelve loco por casarse con ella. Es por eso que usted ve a mujeres de apariencia modesta bien casadas y a otras que son verdaderas esculturas, pero solteras, siempre pasando de mano en mano.
¿La diferencia? Las primeras saben jugar ese juego. Y no solo eso. También saben que no es suficiente que sean difíciles de conquistar antes de casarse; tienen que ser fáciles para convivir después. Lamentablemente, muchas mujeres están invirtiendo el juego: son fáciles de conquistar y difíciles para convivir después. Por eso, están perdiendo al novio y al marido más rápido de lo que pierden el celular dentro de la propia cartera.
El papel del hombre es conquistar a la mujer antes y nunca considerarla conquistada después del matrimonio. Normalmente, cuando él gime para conquistarla en el noviazgo, tiende a mantener su conquista después de casarse. A menos que ella se vuelva aburrida más tarde. Fue lo que sucedió con nosotros.